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domingo, 12 de diciembre de 2010

De interés II


Alcanzar el podio, esa meta tan lejana

El fuerte sesgo primermundista en la confección de los rankings explica, según los especialistas, por qué las universidades argentinas no obtienen una buena clasificación
Lorena Oliva
LA NACION

Domingo 12 de diciembre de 2010 | Publicado en edición impresa 

En la edición 2010 del ranking mundial de universidades que elabora el suplemento educativo delTimes no figura ninguna casa de altos estudios argentina entre las 200 que integran la lista.
Sin embargo, en otro de los rankings internacionales más prestigiosos, el Academic Ranking of World Universities, de la Universidad de Jiao Tong, de Shanghai, a la Argentina sí le alcanzó para figurar entre las primeras 200.
En el listado confeccionado por la Universidad de Leiden, de los Países Bajos, la UBA alcanzó el puesto 220 entre las 250 seleccionadas, mientras que en el que elabora el grupo científico iberoamericano Scimago, entre 2833 instituciones de 87 países clasificaron el Conicet (puesto 195), la UBA (288), la Universidad Nacional de La Plata (609) y la Universidad Nacional de Córdoba (980), entre otras.
Cuatro rankings internacionales y cuatro posicionamientos diferentes. ¿Cuál es el correcto? La respuesta podría ser "todos". Cada uno de ellos fue confeccionado con variables diferentes, de las que, a su vez, se les asignaron distintos valores para su posterior ponderación. Entonces es lógico que en los resultados finales surjan variaciones.
Cabe aclarar, sin embargo, que, de todos, el de Scimago es el único que -tal vez por ser confeccionado por especialistas iberoamericanos- tiene la pretensión de ser más equitativo al contrastar la realidad del Primer Mundo con la iberoamericana, mientras que en los otros puede advertirse el peso de la mirada primermundista con que se los elaboró.
"En el ranking de Scimago, todas las instituciones relevadas están posicionadas en el mismo contexto. Para ello, listamos a todas las instituciones que en 2008 figuraron en la base de datos de revistas científicas Scopus con, al menos, cien publicaciones", explica la doctora Sandra Miguel, profesora de la Universidad Nacional de La Plata e integrante del grupo científico que lo confecciona.
Miguel es una defensora de los rankings, aunque cree que deben perseguir fines muy precisos: "Este tipo de comparaciones nos permite conocer cuál es la situación de la Argentina en la región y en el mundo, además de promover la generación de fuentes cada vez más completas de información. Son herramientas muy eficaces para la toma de decisiones y la generación de políticas en materia de promoción científica", puntualiza.
Pero, más allá de su utilidad para marcar fortalezas, debilidades y hasta el rumbo estratégico deseable para el desarrollo científico de un país, ¿de qué nos está hablando el figurar bien o mal posicionados en estos rankings?
Qué nos dicen los números
En su reciente libro Basta de historias , el periodista Andrés Oppenheimer considera escandaloso que la Argentina no aparezca bien posicionada en los rankings de Times y Shanghai. A su entender, esta realidad nos habla de un país que pasó de generar premios Nobel en sus universidades a permitir que los jóvenes les tuvieran miedo a las ciencias exactas.
"¿No es un disparate tener tantos jóvenes estudiando psicología con dinero del Estado, pagado por los contribuyentes?, le pregunté a Lino Barañao, el ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva. Barañao, uno de los pocos funcionarios argentinos que me dieron la impresión de estar más o menos al tanto de lo que está ocurriendo en el resto del mundo, sonrió, y asintió con la cabeza", señala Oppenheimer en un pasaje del libro.
El presidente de la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (Coneau), dependiente del Ministerio de Educación, Néstor Pan, confirma el déficit en carreras tecnológicas. Y aunque lo considera como uno de los grandes desafíos del sistema universitario, no lo relaciona con la pobre performance en los rankings.
"¿Sería mejor aparecer bien posicionados? Seguro que sí. El asunto es a qué costo. El mundo financiero y el mundo universitario son dos dimensiones que no hemos unido en la Argentina. Y estos rankings tienen que ver con procesos de inversión. En Harvard, tener una buena ponderación en el ranking desencadena un proceso de financiamiento", ejemplifica el funcionario, como un modo de marcar las diferencias entre el funcionamiento de las universidades locales y las del Primer Mundo: mientras que aquí la principal fuente de financiamiento es el Estado, en las principales universidades norteamericanas o europeas, el sector privado es el principal inversor.
A su entender, las variables tenidas en cuenta en estos relevamientos reflejan una realidad que poco tiene que ver con la argentina. "En 1955 teníamos seis universidades públicas. En 2009 teníamos 107. La nuestra es una institución pública, gratuita, inclusiva, mientras que en las universidades mejor rankeadas los alumnos tienen que costear su formación y los gobiernos suelen considerarlas espacios reservados para una elite", contrasta.
En sintonía con Pan, el especialista en educación superior Carlos Pérez Rasetti considera desacertado darle la relevancia de parámetro de calidad a cualquier ranking elaborado con variables consideradas importantes para el Primer Mundo. "Si nos ponemos metas difíciles, como formar premios Nobel, vamos a terminar gastando mucho dinero para posicionar a unos pocos jóvenes. En cambio, si los objetivos son más ajustados a la realidad local, seguramente el resultado afecte positivamente a una mayor cantidad de alumnos."
De acuerdo con este, experto, la Argentina no posee un mercado de carreras de grado a la manera de otros países, excepto en el campo de los posgrados, que suelen salir bien posicionados en los rankings internacionales. Pero allí también la perspectiva primermundista con que son confeccionados les juega una mala pasada a las instituciones locales, como confirma Lucas Méndez Trongé, director de Comunicación del IAE Business School.
"Para las escuelas de negocios, los rankings son importantes en términos de comunicación y marketing. Sin embargo -reconoce-, son pobres reflejos de su realidad porque suelen comparar indicadores que no tienen la misma valoración absoluta. Las diferencias geográficas y culturales hacen difícil la comparación."
© LA NACION

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