20 de Junio - Día de la Bandera Argentina

viernes, 11 de abril de 2008

A CIENTO TREINTA Y OCHO AÑOS DE LA TRAGEDIA DEL 11 DE ABRIL

"A 81 AÑOS DE LA TRAGEDIA DEL 11 de abril" (La versión del Oficial del Batallón 1º Entrerriano) por Leandro Ruíz Moreno.
Parte I

“Urquiza será un mártir de la lealtad” (vaticinio de Victorica)

“Han transcurrido 138 años de la famosa noche del 11 de abril del año 1870, en que fuera ultimado en su Palacio San José el Primer Presidente Constitucional de la República, el Capitán general y Gobernador de la Provincia de Entre Ríos Don Justo José de Urquiza. Ese mismo día, cumpliéndose un plan preestablecido, caían también derribados por el hierro homicida dos de sus hijos: Justo Carmelo y Waldino.

El paso del tiempo está aportando nuevas luces para poder contemplar aquel insólito hecho, y han salido ya de la jurisdicción privada viejos y desconocidos documentos que permiten aclarar algunas circunstancias y responsabilidades, o que servirán como indicios más o menos seguros para iniciar nuevas búsquedas destinadas posiblemente al arribo de otras conclusiones.

La tragedia del 11 de abril de 1870, que apasionó enormemente a la opinión pública a la opinión pública nacional y extranjera, cayó en la provincia como un hecho de extraordinaria violencia –no inesperado para muchos- nudo que desataba la corriente mas impetuosa y sangrienta que registra la historia de Entre Ríos. En ese clima, en el que cada uno tomaba posiciones a favor del inmolado o en el propio de los revolucionarios, se experimentaron los primeros efectos morales de la noticia circulante en todos los ámbitos de la Provincia: El general había sido muerto en su Palacio San José. Pero después del primer suceso de violenta sorpresa, los acontecimientos sucesivos que se desataron obligaron a la miloitancia de ésta o aquella fracción y, más adelante, el arraigado espíritu provinciano vulnerado en los fueros siempre mantenidos de su altiva autonomía, fue bandera general, y el movimiento general adquirió otra total y distinta característica.

Varios puntos de partida señalaban con evidencia que la estrella brillante de Urquiza estaba apagando su fulgor; que su ejemplar conducta, probada en numerosos hechos de irreductible e intransigente consecuencia a sus propósitos de unidad nacional, no había sido interpretada en su verdadera proyección, alcance y trascendencia por muchos de sus amigos, aún de aquellos más caros a sus sentimientos El espíritu lugareño, henchido de rencores hacia Buenos Aires, no pudo comprender el sacrificio del General en aras de una finalidad superior: Su acrisolado patriotismo y fuerte espíritu de nacionalidad. Por otra parte, la acción de los años que caían sobre el Patriarca de San José y el natural proceso de desgaste de su figura que empalidecía sacada de su natural escenario de la lucha, señalaban también motivos de incomprensión, serias divergencias encubiertas, y ambiciones siempre amparadas bajo el escudo del espíritu regionalista exacerbado.

Ya para la época de la Guerra con el Paraguay, se presentaban vehementes indicios de que el Ejército Entrerriano no estaba en la mano de su Capitán General, y puede asegurarse que esto ocurría poco después de la Batalla de Pavón (17 de septiembre de 1861) y el desbande de Basualdo y Toledo, sin episodios de violentas sublevaciones hacia el Jefe, acusaba que el viejo Ejército se hallaba trabajado por una corriente política de jefes jóvenes que respondían a la tendencia del General Ricardo López Jordán, sobrino de Francisco Ramírez por el carácter de hermanastro de su padre, a raíz del segundo casamiento de Doña Tadea Jordán,madre del Supremo Entrerriano.

Pero esta manera de pensar no era solamente patrimonio de la corriente que actuaba en la fuerza armada, pues ya gran parte del pueblo de Entre Ríos había dado en decir, indudablemente llevado con habilidad para ello, que el General Urquiza se había entregado a los porteños, que era un traidor, que hechos y circunstancias conocidos y desconocidos lo habían cambiado radicalmente. Y obsérvese que lo expuesto se corrobora en la misma noche del 11 de abril, cuando se gritó “¡traidor!” y uno de los protagonistas del hecho, dijo: “¡ya murió el traidor vendido a los porteños!...” Relacionándose esto, de entre lo mucho de la misma especie, cuando la visita de Sarmiento a San José, durante el cual el Coronel Campos oyó decir: “¡Hum, ahí está otra vez entregado a los porteños!”.

El General Urquiza había tenido siempre a su favor el importante hecho de mantener permanente contacto con sus guarniciones militares, y su vida de guerrero le impuso vivir en continuo trato con sus subordinados, en sus cuarteles generales, en su campamento de Calá, en las marchas hacia los distintos objetivos y en el combate mismo, donde era el primero y el ejemplo. Estas circunstancias favorables para el indiscutido autor de la Organización Nacional se hallaban amenguadas marcadamente en la época cercana a la tragedia, tiempo en que cumplía vida retirada en San José, preocupado por el progreso de su Provincia y por que esta marchara en tono y en buena disposición con las autoridades nacionales. Lógico es que este estado de cosas, permitiera las infiltraciones nefastas en el Ejército y que las mismas llegaran hasta las unidades del crédito del General en base a conceptos ganados en méritos de campaña, donde Urquiza era parco, pero justo en el reconocimiento.

En el mes de septiembre de 1869, vale decir, a pocos meses de los graves acontecimientos que nos ocupan, un grupo de Jefes y amigos del Capitán General Urquiza estaba constituido por las siguientes personas, según referencia de Don Mariano Martinez:
Coronel Valentín Gutierrez
Teniente Coronel Bernardino Ramírez
Antonio Hernández
Doctor Nicanor Molinas
Doctor Antonio Zarco
Manuel Martínez Fontes
Teniente Coronel José Francisco Antelo
Juan N. Ballesteros
Coronel Antonio E. Berón
Juan P. Méndez
Antenor Achaval
Teniente Coronel Domingo Paniagua
Teniente Coronel Antonio Berón
Celestino P. Fernández
Doctor Milcíades Echagüe
Carlos Sourigues
Juan Medina
Coronel Pedro Caminos
Doctor Joaquín Vivanco
Santiago Menchaca
Coronel M anuel Navarro
Coronel Domingo Ereñu
Sargento Mayor Santiago Amestoy
Sargento Mayor Daniel Martínez
Teniente Coronel Martiniano Leguizamón (Padre de Onésimo, Honorio y Martiniano Leguizamón)
José P. Armoa
Coronel Joaquín Gamarra
Coronel Polonio Velázquez
Emiliano Ferreira
José María Dominguez
Reinaldo Villar
Doctor Cándido Irazusta
Sargento Mayor Pascual Calvento
Doctor Esteban M. Moreno (Intervino a favor de la familia Urquiza. Ver: “Acusación presentada por los deudos del finado General Urquiza bajo el patrocinio del Doctor Don Esteban M. Moreno contra el procesado José María Mosqueira. Imprenta “El Vapor” Concepción del Uruguay 1874, y otros folletos relacionados).
José V. Díaz
Teniente Coronel Angel Plaza Montero
Alejo Peyret
Juan Antonio Fernández
Teniente Coronel Justo Carmelo de Urquiza
Mariano R. Querencio
Benjamín Gadea
Teniente Coronel Juan Crisóstomo Gómez
Gregorio Vizcaya
Varios de estos jefes militares tenían mando efectivo de tropa en los distintos acantonamientos y cuarteles de la Provincia, y en cuanto a los civiles, algunos de estos desempeñaban cargos de figuración. Lógico es que se piense que este conjunto de hombres debía estar enterado de la preparación de los sucesos que se habrían de desencadenar en Entre Ríos y que varios de estos amigos del General Urquiza, le deben haber transmitido las distintas versiones circulantes con respecto a su persona, al tiempo en que el propio Jefe Entrerriano había recibido los avisos amistosos de Paysandú y Corrientes, motivados por la visita de Luengo (Simón Luengo nacido en Santiago del Estero, murió en Corrientes en 1871) a la citada localidad oriental donde fuera a reclutar gente desaprensiva para el asesinato. Justamente en el año 1869, fue en el que recrudecieron las especies de un atentado contra la vida de Urquiza y de un movimiento que se estaba gestando con la colaboración de emigrados de la banda Oriental y algunos jefes militares pertenecientes a la Provincia de Corrientes. Es verdad que el Capitán General Urquiza no ignoraba estos proyectos de sus enemigos; es cierto también que los comentaba con cierto desprecio, pero esto no puede quitar de manera alguna que sus jefes y amigos adictos no adoptaran las providencias necesarias para su protección.
Sin embargo, el General Urquiza recordaba siempre la traición del Jefe de la Escuadra de la Confederación John H, Coe, que entregó su flota a la defensa de Buenos Aires por 26.000 onzas de oro selladas, y su salida de aquella ciudad después de la firma de los tratados que abrían los ríos interiores a la libre navegación, época en que se le preparó un serio atentado contra su vida.
El Plan que habría de consumarse en el Club El Progreso, se buscó se cumpliera un día antes del embarque del General Urquiza. Se supo de un extranjero a todas luces sospechoso que pasaba las líneas rumbo a Palermo de San Benito, y, detenido el mismo, se le encontró en su poder un puñal y una mitad de moneda de oro, que, evidentemente, se hallaba recién fraccionada. El jefe de Policía, que era el Coronel Graduado Don José María Pelliza (quien tenía en su poder la orden del Ministro de Guerra para que protegiera la vida del General Urquiza. Don José María Pelliza, concurrió a la batalla de Monte Caseros, revistando en el Ejército Entrerriano, División Paso, como Teniente Coronel Graduado, según situación de revista firmada por el Coronel Don Juan José Paso en Buenos Aires el día 18 de abril de 1852. Muerto en el mes de abril de 1871, durante la epidemia de fiebre amarilla) informó sobre esto al Ministro de Guerra General José María Paz, ampliando lo expresado con el plan del cual había sorprendido algunos pormenores. Este consistía: que el carruaje en que viajaría el General Urquiza sería detenido aquella noche del embarque, en la calle del Ministro Inglés y allí sería asesinado. En conocimiento de este hecho, el Ministro de Guerra dispuso que de inmediato se adoptaran providencias de manera tal que al llegar el carruaje de Urquiza al lugar establecido para el atentado, y detenido por los obstáculos que se habían puesto sobre el camino, aquel fuera auxiliado por las fuerzas que se habían enviado para su protección.
El vencedor de Monte Caseros supo bien del peligro que había sorteado, así como las distintas intervenciones registradas en el hecho. Por eso, extraña su espíritu desaprensivo frente a estas nuevas amenazas que iban en aumento, que hasta eran de conocimiento de su asistente que le había ofrecido tener siempre el caballo ensillado y listo para la huida, mientras el servidor le cubriría la espalda…”
Continuará…
(De “TIERRA DE URQUIZA”, revista ilustrada, patrocinada por la “Asociación de Homenaje al Capitán General Don Justo José de Urquiza”, Número dedicado al Centenario del Prnunciamiento, Paraná (ER) mayo de 1951, Nº 4)

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