´Luís César Bourband |
Ernesto A. Maxit |
Los queridos amigos Melba y Pedro me han invitado a esbozar una semblanza de mis tiempos de juventud pasados en el Histórico Colegio del Uruguay "Justo José de Urquiza" del cual soy un orgulloso y agradecido egresado, cosa que menciono cada vez que se me ofrece, con inocultable emoción. A medida que pasan los años, los lindos recuerdos se magnifican pincelados por la nostalgia, y éste que voy a relatar tiene un tono especial.
Don Ernesto Maxit, rector del Colegio, era una de esas personas que, para quien como yo, estaba transitando el final de la carrera en la magna casa de estudios, tenía un halo especial. Su seriedad, su actitud de señor, me hacía escucharlo en respetuoso silencio en sus clases como observarlo caminar con su paso lento y erguido por las galerías.
En repetidas oportunidades, su consejo orientador y su reflexión, estuvo siempre que lo necesité. Su gesto paternal al sugerir y su opinión pausada, era recibida por nosotros con atención, cuando nuestra queja apuntaba al celador o hacia algún profesor exigente.
Éramos dos o tres de quinto año, los que lo acompañábamos a Don Ernesto cada mañana a eso de las diez a un ritual que, quizás hoy resulte inadecuado, pero que por aquellos tiempos, era absolutamente normal y representaba para quienes interveníamos, una orgullosa y respetuosa distinción por la confianza que depositaba en cada uno de nosotros.
Casi al filo del recreo, con una seña nos indicaba que lo acompañáramos. Salíamos del Colegio, doblábamos la esquina por 9 de julio y doblando hacia 3 de febrero, llegábamos a un pequeño barcito donde Don Ernesto pedía un licor y nos hacía servir un refresco. Esa ceremonia casi en silencio o a veces con algunos diálogos con el propietario, transcurría rápidamente, tras lo cual, regresábamos al Colegio a tiempo para la clase. El ingresaba a su despacho y nosotros al aula.
Repito: quizás hoy esto no tenga la misma lectura de aquellos tiempos, pero aquellos códigos eran otros y se respetaban. Nos sentíamos orgullosos de acompañarlo en aquel acto mundano donde, simplemente, retemplaba su ánimo con una copita, porque sabíamos de su confianza en nuestra discreción. Eso sí, cuando tuvo que retarnos lo hizo sin ninguna duda.
LUIS CÉSAR BOURBAND 5° 2da. (1960)
Nuestro agradecimiento a Luís César Bourband y al Confraterno Pedro López y su esposa Melba, radicados en Corrientes (Capital), por la intercesión ante el autor de la nota.
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