Por Rubén Francisco "Pancho" Ríos, Fraternal de Paraná
Reproducimos este artículo escrito en 2005, con motivo de conmemorarse el vigésimo año del fallecimiento de Florencio López.
"Caballero en bicicleta y señor en todas partes, así fuiste y te vimos llegar a nuestras vidas en La Frater. Y así quedaste, Florencio López, agrandando tu recuerdo hecho de mil imágenes en las que revivimos, cada uno, tu real sabiduría y tu profundo humor.
Ahora evocamos, en La Frater nuestra de cada día que llevamos en la memoria, tus increíbles decenas de años adentrado en la incomparable Fraternidad de sueños, donde de tanto hacerte uno más en aquella renovada turba de muchachos plenos de esperanza, de horizontes y bolsillos magros, terminaste de forjarte día a día, año a año y lustro tras lustro, el enaltecido sitial de fraternal insustituible.
¿Cómo no verte venir, otra vez, Negro López? Ahora siquiera entrecerrando los ojos y fingiendo de nuevo La Fraternidad de sueños, apareciendo tu silueta, el pelo y tu bigote renegridos, tu gesto adusto, y envuelto en tu atuendo servicial impecablemente blanco, disparando de entrada admoniciones de palabras ásperas que sentíamos de algodón, o tal vez tu máxima reprimenda –aquél ya abandonado “¡pajarón!” de infinitas acepciones- O ya te vemos en las incontables veces que lo hiciste apagando el dolor con tus curaciones en el “botiquín”. Así fuiste, querido Florencio, también al costado de la cancha, por el fútbol o por el básquet, soporte moral, técnico vitalicio y alma máter del entrañable Estudiantil Fraternal, nuestro querido Club de Temporada que osaba lidiar en primera. De meteóricas y efímeras conquistas.
¡Cómo no volver a verte, Negro López! Si llenaste la Casa Grande que adoptaste y en ella te hiciste dueño para siempre de los corazones. Allí también diste tu palabra monitora a quienes te rodeaban, tu rectitud sin dobleces ni acomodos, y tu desinterés personal, que entonces en aquella Frater, era como un título nobiliario –y no el éxito-, que los jóvenes de entonces admirábamos en aquellos hombres ejemplares que conocimos. Y también fuiste y también te vimos como dueño de casa y arquetipo de impensadas faenas y tareas, oficiando de increíble gourmet en las fiestas fraternales, y aún coctelero de alquimias alcohólicas misteriosas, y con tu sello personal hiciste esto, como siempre, con tu estilo recoleto afecto a la trastienda.
Y cómo no volver a verte otra vez, pero ahora como cuando nos hacías partícipes orgullosos de tu empinada categoría de referí de básquet de la federación Argentina, como si nos tocase algo de la nombradía del hermano consagrado.
Y, Florencio…casi al final del tramo, te hiciste ver y recibir como un igual en los fogones que rodeaban las mayores voces del folklore argentino.
Así fuiste y así te vimos, Florencio López, tu vida en una parábola luminosa, forjada extrañamente por un alma grande envuelta en tu modestia esencial inalterable. Esas dos cosas, que fuiste y tuvimos muy cerca, en tu ámbito más propicio y a tu medida, nuestra Fraternidad de sueños pueden, venciendo el tiempo, que te evoquemos como si aquí estuvieras.
Florencio López, negro querido, un coro de infinitas miradas del recuerdo, los fraternales te nombramos hoy con palabras que solo pronuncia el corazón, y desparrama el aire bajo el cielo clario sobre La Frater como antes, allá en la Histórica."
Ahora evocamos, en La Frater nuestra de cada día que llevamos en la memoria, tus increíbles decenas de años adentrado en la incomparable Fraternidad de sueños, donde de tanto hacerte uno más en aquella renovada turba de muchachos plenos de esperanza, de horizontes y bolsillos magros, terminaste de forjarte día a día, año a año y lustro tras lustro, el enaltecido sitial de fraternal insustituible.
¿Cómo no verte venir, otra vez, Negro López? Ahora siquiera entrecerrando los ojos y fingiendo de nuevo La Fraternidad de sueños, apareciendo tu silueta, el pelo y tu bigote renegridos, tu gesto adusto, y envuelto en tu atuendo servicial impecablemente blanco, disparando de entrada admoniciones de palabras ásperas que sentíamos de algodón, o tal vez tu máxima reprimenda –aquél ya abandonado “¡pajarón!” de infinitas acepciones- O ya te vemos en las incontables veces que lo hiciste apagando el dolor con tus curaciones en el “botiquín”. Así fuiste, querido Florencio, también al costado de la cancha, por el fútbol o por el básquet, soporte moral, técnico vitalicio y alma máter del entrañable Estudiantil Fraternal, nuestro querido Club de Temporada que osaba lidiar en primera. De meteóricas y efímeras conquistas.
¡Cómo no volver a verte, Negro López! Si llenaste la Casa Grande que adoptaste y en ella te hiciste dueño para siempre de los corazones. Allí también diste tu palabra monitora a quienes te rodeaban, tu rectitud sin dobleces ni acomodos, y tu desinterés personal, que entonces en aquella Frater, era como un título nobiliario –y no el éxito-, que los jóvenes de entonces admirábamos en aquellos hombres ejemplares que conocimos. Y también fuiste y también te vimos como dueño de casa y arquetipo de impensadas faenas y tareas, oficiando de increíble gourmet en las fiestas fraternales, y aún coctelero de alquimias alcohólicas misteriosas, y con tu sello personal hiciste esto, como siempre, con tu estilo recoleto afecto a la trastienda.
Y cómo no volver a verte otra vez, pero ahora como cuando nos hacías partícipes orgullosos de tu empinada categoría de referí de básquet de la federación Argentina, como si nos tocase algo de la nombradía del hermano consagrado.
Y, Florencio…casi al final del tramo, te hiciste ver y recibir como un igual en los fogones que rodeaban las mayores voces del folklore argentino.
Así fuiste y así te vimos, Florencio López, tu vida en una parábola luminosa, forjada extrañamente por un alma grande envuelta en tu modestia esencial inalterable. Esas dos cosas, que fuiste y tuvimos muy cerca, en tu ámbito más propicio y a tu medida, nuestra Fraternidad de sueños pueden, venciendo el tiempo, que te evoquemos como si aquí estuvieras.
Florencio López, negro querido, un coro de infinitas miradas del recuerdo, los fraternales te nombramos hoy con palabras que solo pronuncia el corazón, y desparrama el aire bajo el cielo clario sobre La Frater como antes, allá en la Histórica."
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