20 de Junio - Día de la Bandera Argentina

miércoles, 19 de septiembre de 2012

LA GLORIA Y LA MUERTE ESPERABAN EN PRIMAVERA - Curupaytí - por Carlos Horacio Bruzera CURUPAYTÍ


                    

Después de cinco días de lluvia ininterrumpida, ese 21 de septiembre de 1866, al sur del Paraguay, a escasa distancia del río, había escampado.
Desde la avanzada de Curuzú, la trinchera tremenda se asomó entonces, mostrando el escenario donde ocurriría el “Asalto a Curupaytí”, la derrota más gloriosa y más sangrienta de las armas argentinas en toda su historia.´
En las líneas argentinas, las vísperas se cubrieron de mortales presagios: El coronel Manuel Roseti manifestaba en su carpa a varios oficiales: Compañeros, mañana vamos a ser derrotados. Los paraguayos están fuertemente atrincherados. Tengo el presentimiento de que voy a ser uno de los primeros en caer y que me pegarán un balazo en la barriga.
El subteniente Marinito Grandoli, el abanderado de 17 años del “Batallón 1 de Santa Fe” que tendría el honor de ser el primero en intentar escalar la trinchera, escribía a su madre: Mamá: Mañana seremos diezmados por lo paraguayos, pero yo he de saber morir por la bandera que me dieron.
Ese 21, que presagiaba también la entrada a una primavera cargada de sol, el capitán Domingo Faustino Sarmiento, de 21 años,  escribía también a su madre una carta sublime de patriotismo, en la que anticipaba la gloria, el honor y el sacrificio que muchos de sus compañeros empeñarían horas más tarde:
Querida vieja: La guerra es un juego de azar, puede la fortuna sonreír o abandonar al que se expone al plomo enemigo. Si las visiones, que nadie llama y que ella solas vienen a adormecer las duras fatigas, dan la seguridad en la vida que ellas pintan; si la ambición de un destino brillante, que yo me forjo, son bastantes para dar tranquilidad, el ánimo serenado por la santa misión de defender a su patria, yo tengo fe en mí, fe firme y perpetua en m camino. ¿Qué es la fe?. No puedo explicármelo, pero me basta. Más, si lo que tengo por presentimientos son ilusiones destinadas a desvanecerse ante la metralla de Curupaytí, o de Humaitá, no sientas mi pérdida al punto de sucumbir bajo la pesadumbre de dolor. Morir por su patria, es dar a nuestro nombre un  brillo que nadie borrará; y nunca jamás fue más digna la mujer, que cuando con estoica resignación envía a las batallas al hijo de sus entrañas. Las madres argentinas transmitirán a las generaciones,  el legado de la abnegación y del sacrificio. Pero dejemos aquí estas líneas, que un exceso de cariño me hace suponer,  ser letras póstumas que te dirijo.
P/D Septiembre, 22 de 1866. Son las 10. Las balas de grueso calibre estallan sobre el batallón. ¡Salud mi madre!

En la tienda del médico Caupolicán Molina, de 33 años, que moriría durante la Epidemia de Fiebre Amarilla de 1871 en Buenos Aires, esa mañana del 22,  estaban reunidos para tomar un ligero alimento varios jefes de unidades: Manuel Roseti, del 1 de Infantería; Alejandro Díaz, 3 de Infantería; Manuel Fraga, del 4 de Infantería;  Luís Maria Campos, 6 de Infantería;  y Juan Bautista Charlone, de la Legión Militar. En un momento dado de la charla, el coronel Fraga aseguró a sus compañeros que ese día iba a morir. Sucesivamente los demás jefes confirmaron los mismos presagios.

A las once y media de la mañana del 22, el general Bartolomé Mitre, al comando de 20.000 hombres, ordena el ataque a Curupaytí. Ocho mil argentinos y brasileños quedaran sin vida en el lodazal.
El historiador Juan Beverina comenta: Las defensas  accesorias que cubrían las obras de fortificación y el mortífero fuego hecho por los paraguayos, totalmente abrigados detrás de sólido parapeto, esterilizan los violentos y repetidos asaltos de los argentinos y brasileños, que no logran penetrar en las obras del enemigo a pesar del temerario arrojo de los jefes y de la tropa.
El general Ignacio Fotheringham evoca el primer momento: (…) Jamás vi un desfile tan brillante ni más importante que el de esa mañana fatal. Van al asalto de trincheras formidables e inexpugnables, y marchan con la frente alta. La mirada bravía y con el aire marcial de los vencedores. (…)Las banderas flotan al impulso de la brisa matutina, confundiendo sus hermosos colores con el del cielo, límpido y diáfano, como para no dejar de hacer juego con las fajas celestes y blancas del símbolo de la Patria.
El coronel  Juan Crisóstomo Centurión, del ejército del Paraguay, anota que entonces: Las bombas, las balas rasas y metralla que vomitaban los cañones de nuestra posición, abrían sendos claros en sus columnas, cayendo al suelo por Compañías enteras como juguetes de plomo. Se veía saltar por los aires en revuelta confusión,  hombres hechos pedazos, armas, fajinas y escaleras de las que iban provistos para el asalto; y telones de charcos de agua mezclada con sangre que hacían levantar los proyectiles. (…)Sin embargo continuaban su marcha las columnas hasta llegar destrozadas cerca de nuestra trinchera principal. (…)Allí caían al borde del foso y algunos dentro de este, víctimas de los fuegos cruzados de nuestros cañones.
El general José Ignacio Garmendia, al decir de Isidoro Ruiz Moreno, nos dejó imágenes indelebles: (…) A diez metros fusilan a mansalva a nuestros soldados, los tacos de sus cañones los derriban y el humo los ahoga como una atmósfera  del infierno. Algunos han conseguido abrirse paso por los espinosos troncos a fuerza de ímprobos trabajos y temerario arrojo; llegan al gran foso, exhaustos de fatiga, el sudor chorreando por aquellos nobles rostros tostados por el sol de las batallas sus ropas hechas jirones. (…)¡Oh, terrible desengaño!; las escaleras no alcanzan, el inmundo foso tiene cuatro metros de profundidad y otros tantos de ancho y en el último esfuerzo de aquella ardiente desesperación, intentan salvarlo y caen para no levantarse más, sumergidos en  la negruzca agua de abismo y muerte.
En una de sus cartas, el capitán Francisco Seeber escribe: El suelo estaba teñido con la sangre. El agua enrojecida por la que abundante corría de los cuerpos de miles de muertos y heridos. Los ayes de los que sufrían dolores agudos, con el tronar incesante de los cañones enemigos que aumentaban el  número de las bajas, los Batallones en esqueleto y deshechos, daban al conjunto un aspecto pavoroso.
El general Garmendia continúa: Vi a Sarmiento muerto, conducido en una manta por cuatro soldados heridos; aquella faz lívida, lleno de lodo,  tenía el aspecto brutal de la muerte.
El historiador Isidoro Ruiz Moreno escribe que: El jefe de la IV División, coronel Antonio Susini, se paseaba con la bandera, y al avistar los refuerzos les gritó; “¡ya ven compañeros todos han muerto y yo no puedo morir!
A las cuatro de la tarde, el general Mitre ordenó la retirada.
Al día siguiente - asienta el teniente coronel George Thompson, el ingeniero inglés constructor de la trinchera -  cuando el enemigo se retiró, López ordenó al Batallón 12 que saliera de la trinchera a recoger armas y los despojos, y además de esto se hizo una verdadera masacre con todos los heridos: le preguntaban si podía caminar y los que contestaban que no, era asesinados inmediatamente. Fueron rematados a tiros o bayonetazos, despojados de sus uniformes y pertenencias.

Los presagios se habían cumplido: Fraga, Roseti, Alejandro Díaz, Charlone, Marianito Grandoli, Dominguito Sarmiento, estaban muertos.
Nabor Segundo Córdoba, hijo del gobernador de la provincia de Córdoba, de 23 años; Lucio Salvadores, 2º jefe del Batallón 3 de Guardias Nacionales de Entre Ríos; Francisco Paz, hijo del vicepresidente de la Nación, Marcos Paz; el capitán y periodista Pedro Nicolorich, Mariano Márquez, Timoteo Calibar del Batallón Córdoba y centenares y centenares de anónimos  soldados, ofrendaron sus vidas por la Patria en el lodazal de Curupaytí- Otros miles de heridos pudieron contar sobre la gloriosa y terrible jornada, entre ellos  el teniente 1º Cándido López y el coronel Ignacio Rivas, que perdieron sus manos derechas.
Escribía el general Garmendia, que  al contemplar desolado  el arribo de los muertos y heridos a Curuzú, advirtió la presencia  de Martín Viñales, del  1º Batallón de Santa Fe. Garmendia compungido, le preguntó si estaba herido, a lo que Viñales contesto: No es nada, apenas un brazo menos, la patria merece más.
(…)Era interminable aquella procesión de harapos sangrientos, entre los que iba Darragueira sin cabeza; de moribundos, de héroes inquebrantables, de armones destrozados, de piezas sin artilleros, de caballos sin atalaje; los viejos y jóvenes Batallones en fragmentos, los vivos mezclados con los muertos, los muertos balanceando sus brazos al son del paso de los conductores o mostrando terribles heridas.
 El mismo José Ignacio Garmendia epiloga: Vi salir a un soldado cubierto de lodo. Venía solo, agobiado de fatiga. Su paso era pesado y vacilante, caminaba demostrando el cansancio angustioso del día. Conducía una enseña despedazada, sucia, ennegrecida, con una borla cortada de un balazo. En su rostro sudoroso,  velado por una expresión sombría, indescriptible, se escondían dos ojos enérgicos inyectados de sangre. Revelaba algo de feroz aquella cara africana. Cuando estuvo próximo se echó el kepí hacía atrás, y haciendo vibrar el estandarte con gallardía, nos lanzó una altiva mirada y gritó, como si fuera el vencedor del infortunio – ¡Yo soy el soldado Carranza del 1º de Línea y ésta es su bandera!

Con el grito del soldado del 1º de Línea, se había terminado de escribir una de las páginas más gloriosas del Patriotismo y el Sacrificio Argentino.
La única injusticia, la única iniquidad de las generaciones en marcha, sería olvidar a los muertos gloriosos, a esos, que equivocados historiadores desvirtúan, empequeñecidos por falsas ideologías que no le interesan a la Patria.
La iniquidad, sería ignorar a esos a quienes  el soldado Carranza sigue protegiendo con su bandera despedazada.


                                                                   Carlos Horacio Bruzera
                                                          Miércoles 19 de septiembre, en Buenos Aires.
                                                          

miércoles, 15 de agosto de 2012

UNA TARDE DE VERANO EN LA GRAND RUE 105 - Homenaje en el aniversario de la muerte del General San Martín, por Carlos Horacio Bruzera

General Don José de San Martín

                        UNA TARDE DE VERANO EN LA GRAND RUE 105

17 de agosto de 1850, a las 3 de la tarde, hora de Francia, a orillas del Canal de la Mancha, en la ciudad de Boulogne – Sur – Mer, en el departamento de Pas de Calais, en la República de Francia, moría el general José de San Martín, a orillas del mar, como queriendo volver.
El Libertador, ante los disturbios provocados por la Revolución de París, que instaurarían la Segunda República, busco distancia con su familia.
Debió ser doloroso para el general dejar, alejarse de su querida finca de Grand Bourg, situada a 7 kilómetros de París sobre el Sena, donde había pasado hermosos días de  bucólica serenidad  rodeado de sus hijos, sus dos nietas y su perrito “Guayaquil”.
Así, vigilante de la seguridad familiar, el  16 de marzo de 1848, la familia San Martín de instaló en Boulogne – Sur – Mer. 
Vendería Grand Bourg convencido  de no regresar, curiosamente, el 14 de agosto de 1849.
La familia alquiló los altos de la casa situada  en la Grand Rue, número 105, propiedad del abogado Alfred Gérad , quien se desempeñaba como director de la Biblioteca Pública de la ciudad, y que habitaba la planta baja del edificio.
San Martín y Gérad, cultivaron una amistosa relación, hilvanada por la afición mutua a los libros.
A principios de junio viajó para pasar  una temporada, a las termas de Enghien, en cercanías de Paris, tratando de hallar  alguna mejoría en sus males.
Algo repuesto, el viejo general regresó a Boulogne – Sur – Mer a fines de julio.
C´est l´orage qui mene au port.
Comenzaba “la tempestad  que lleva al Puerto”, según anunciara el mismo el 6 de agosto.
Rodeado de Mercedes, su yerno, nietas, de su médico el doctor Jordan, el viejo guerrero expiró ese día de verano, de agosto de 1850, a las 15 horas de París.
El abate Haffreingue prodigó a la enlutada familla sus benévolas atenciones.
El cadáver fue embalsamado y permaneció en la Grand Rue hasta el 20. Ese día, a las 6 de la mañana, partió el pequeño cortejo que se dirigió en primer lugar a la iglesia barrial de San Nicolás, donde se ofició un responso.
Continuó la procesión hasta llegar a la basílica de Notre Dame de Boulogne, donde lo esperaba el abate Haffreingue, quien luego de una bendición póstuma, condujo el cortejo hasta la cripta, donde gracias a su intervención,  reposaría inicialmente  en la capilla de la misma el cuerpo  del Libertador.
La iglesia donde descansaría por espacio de 11 años el señor de San Martín, era para la época, un templo en construcción, en estilo renacentista, edificado por iniciativa de mismo  abate, sobre los ruinas de una iglesia medieval, al llamado de un imperativo  de fe que el religioso dijo haber recibido.
Lograda la aprobación episcopal, se inició la reconstrucción en 1827,  finalizando la misma  en 1879,  por lo que estaba  a medio construir al momento del deceso del Libertador.
Allí permaneció el cuerpo de San Martín hasta 1861.
Ese año, fallecía  su nieta primogénita, Mercedes,  en Brunoy.
Fue deseo de la familia Balcarce que la joven y el general unieran sus memorias en un  panteón familiar que se construyó en el cementerio de Brunoy,  pequeña población de la Isla de Francia.

A los dos días de la muerte de José de San Martín. Gérad publicó en el diario “L´Impartial”, un artículo necrológico en el que decía:
El señor de San Martín era un lindo anciano de elevada estatura, que ni la edad, ni la fatiga, ni los dolores físicos habían podido doblegar. Sus rasgos fisonómicos eran muy expresivos y simpáticos, su mirada viva y penetrante, sus modales llenos de afabilidad. Su conversación, fácil y jovial, era una de las más atractivas que he conocido.
En Buenos Aires, la noticia  de la muerte del general José de San Martín, llegó el 4 de noviembre de 1850.
El escrupuloso José Manuel Beruti anota en sus “Memorias”:
En el “Diario de Avisos” del 4 de noviembre de 1850 de Buenos Aires,  día lunes, dice lo siguiente: “don José de San Martín murió en una ciudad de Francia el 17 de agosto. El vencedor de Chacabuco y Maipú, el héroe que escaló los Andes y asomó su rostro guerrero para llevar su enseña de independencia  a las repúblicas del Pacífico, duerme en la tumba ya. Esa existencia que no pudo extinguir el peligro del combate, se dobló tranquila ante el soplo irresistible del destino. El árbol robusto que produjo frutos sabrosos para los pueblos libres se tornó en encina que derribó la suave brisa, carcomida ya por el tiempo. Las nobles reliquias del héroe descansan embalsamadas por los laureles que llevan al sepulcro y cubiertas por la gloriosa bandera de Pizarro”
A orillas del mar que distanciaba su destino, instantes antes de morir y dirigiéndose a su hija Mercedes, confesó su cansancio y  adelantó su única y gloriosa  derrota:
Esta es la fatiga de la muerte.
Ocurrió una tarde de verano, en el 105, de la Grand Rue.



                                               Miércoles 15 de agosto de 2012, en Buenos Aires.
                                                      
                                                                        Carlos Horacio Bruzera                                                                                                                          



domingo, 8 de julio de 2012

LAS CRÓNICAS BORROSAS DEL 9 DE JULIO DE 1816

              
De acuerdo la convocatoria  a un Congreso Constituyente a efectuarse en la ciudad de Tucumán, realizada por el director interino del Estado Ignacio Álvarez Thomas, las provincias comenzaron  la elección de sus diputados en junio de 1815.
El 22 de agosto, la provincia de Buenos Aires elegía en comicios más o menos democráticos, los siete diputados que la representarían en el Congreso general. De ellos, cinco eran doctores en leyes y dos sacerdotes: Juan José Paso, José Darregueira,  Esteban Agustín Gascón,  Pedro Medrano, Tomás Manuel de Anchorena, y los religiosos fray Cayetano Rodríguez y Antonio Sáenz. Uno por cada 15.000 habitantes de la provincia. La  crónica borrosa señala que Darregueira, fue el único diputado fallecido durante las deliberaciones del Congreso cuando su traslado a Buenos Aires a su propuesta, en mayo de 1817.
Las instrucciones dadas a los diputados  de Buenos Aires el 12 de septiembre, primera curiosidad, nada decían sobre  la declaración de la independencia, pero sí sobre el dictado de una Constitución del Estado.
En las demás jurisdicciones se procedió a la elección de diputados siguiendo más o menos las mismas directivas, siempre cuidando la proporción de representantes según los habitantes.
Córdoba, pese a  sus fuertes simpatías con la Liga Federal de Artigas, optó por enviar sus representantes a Tucumán y adoptó el sistema de electores, los que eligieron a sus cuatro diputados de una manera menos popular.
En Mendoza, impulsado por la autoridad del general San Martín, gobernador intendente de Cuyo, la elección de sus cuatro congresales fue temprana. El 19 de octubre de 1815 en mensaje al Cabildo, San Martín insta la rápida partida de los diputados hacia San Miguel de Tucumán: Espera este gobierno que V.S. los invite a que lo verifiquen para el sábado próximo sin falta alguna.
Tucumán, que sería sede del Congreso, utilizó un procedimiento que originó la segunda crónica borrosa en torno al 9 de Julio. Autoridades, habitantes urbanos y campesinos, en este caso en un acto democrático y popular, se reunieron en la histórica Ciudadela el 30 de junio de 1815 y designaron sus representantes: los clérigos Pedro Miguel Araoz, José Ignacio de Thames y José Agustín Molina, más Juan Bautista Paz. Reunido ya el Congreso, éste rechazó la modalidad de elección, por lo que se tuvieron que efectuar nuevos comicios. Como Paz renunciara a su candidatura, nombráronse por segunda vez a Aráoz, Thames, más a Serapión de Arteaga, quien se negó a incorporarse como congresal; siendo Molina ante su frustrada elección, llamado por el Congreso a fin de que actuase como subsecretario.
En la ciudad de Salta, el 11 de diciembre de 1815, una Asamblea Electoral convocada por el gobernador, general Martín Miguel de Güemes, compuesta de 13 miembros, eligió  como diputados a los doctores en leyes José Ignacio Gorriti y Mariano Boedo, y al  coronel José Moldes. La crónica borrosa y curiosa es que en la Asamblea Electoral figuraba el médico de cabecera del general Belgrano, José Redhead y uno de los congresales elegidos: Mariano Boedo. La tercera curiosidad es que el coronel Moldes por su áspero carácter y sus discrepancias violentas con el diputado por Mendoza Tomás Godoy Cruz, nunca se integró al Congreso.
Las demás provincias, con escasa población, nombraron sus representantes sin inconvenientes políticos; no sumando más de tres diputados por jurisdicción.
De tal forma que al abrirse las sesiones el 24 de marzo de 1816, teóricamente  treinta tres diputados del pueblo estaban en condiciones de deliberar, aunque no todos llegaron a tiempo.
.¿Pero cuales eran las realidades políticas y geográficas  de las Provincias Unidas del Río de la Plata en ese magno momento histórico?.
El país no era otra cosa que una lengua inmensa de tierra que partiendo de una angosta franja soberana de la provincia de Buenos Aires, recorría la Banda Oriental, Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe, Córdoba, las provincias  cuyanas, La Rioja, Catamarca, Santiago del Estero, Salta, Jujuy y el Alto Perú. Fuera de los límites que fijaban las jurisdicciones que cito, el resto de lo que luego sería la República Argentina estaba deshabitado o en manos de indígenas que no se integrarían por mucho tiempo al Estado. A esa situación se agregaba el ya casi desboscado inicio de las nefastas  guerras civiles.
Ante las condiciones ruinosas en que se encontraban los edificios públicos tucumanos, resultó un arduo trabajo la elección de un recinto donde el Congreso pudiera cumplir su mandato. Fue así bienvenida la propuesta que desinteresadamente acercara la matrona tucumana, señora Francisca Bazán de Laguna, ofreciendo su amplia residencia situada en la calle del Rey.  Se trataba de una construcción de finales del siglo XVIII, considerada como una de las más suntuosas de la ciudad, dueña de una fachada  de estilo barroco con columnas “salomónicas”. Esto de las columnas en espiral es otra de las crónicas borrosas en las que pocos  se han detenido: solo la Catedral de Santiago del Estero, posee tal aditamento arquitectónico en nuestro país.
Doña Francisca Bazán descendía de Juan Ramírez de Velazco, fundador de la ciudad de La Rioja. Durante las deliberaciones del Congreso, ocupó una casa contigua.
En esa realidad austera, el gobernador de Tucumán, Bernabé Aráoz, ultimó trabajosamente, por la pobreza del erario, los arreglos necesarios en la residencia para poder albergar a  los treinta y tres congresales. Así,  se echaron abajo paredes interiores a fin de ampliar la sala de sesiones, se compraron  cuatro docenas de sillas y media docena de mesas, más abundante papelería. Para que la iluminación artificial fuera suficiente, se le prestó debida atención a la adquisición de velas de esperma y aceite para lámparas; se seleccionaron las casas para hospedar a los diputados y se organizó el pago  de los sueldos a  los  representantes  de las provincias más pobres.
De ese modo llegó  aquel 24 de marzo de 1816, cuando con cañonazos, devoción y júbilo, los 21 diputados prestaron juramento.
Ese día al amanecer,  varios cañonazos despertaron a la a la población. A las 9 de la mañana los 21 diputados que habían arribado a Tucumán, se reunieron en la casa de doña Francisca Bazán de Laguna para elegir autoridades y prestar juramento; horas más tarde, asistieron a una misa en la iglesia de San Francisco y un día  más tarde al Tedeum. Durante cinco jornadas el pueblo festejó en las  calles la instalación del Congreso.
Las condiciones de rebeldía de algunas provincias, el estado de guerra en el Alto Perú, condicionaron el arribo de algunos diputados a la casona de la ya rebautizada por el pleno de los congresales presentes, como calle del Congreso.
Por ejemplo: la provincia de Chichas había elegido dos representantes: el sacerdote  José Andrés Pacheco de Melo y a José Fernández Campero, conocido como el marqués de Yavi. Éste, que luchaba contra las tropas realistas en el momento de su elección, fue tomado prisionero precisamente en Yaví y enviado a España vía Panamá, falleciendo en el camino.
La provincia de La Plata, designó al sacerdote Pedro Francisco de Iriarte que se integró a las reuniones luego del 9 de Julio, y a Jaime Sudáñez, quien recién se incorporó cuando el Congreso se estableció  en Buenos Aires en 1817.
San Luís nombró a Juan Martín de Pueyrredón quien tuvo que abandonar el recinto antes de la Declaración de la Independencia, al ser designado por el Congreso Director Supremo. Tampoco estuvo presente el diputado  por Córdoba,  Miguel del Corro, nombrado diputado ante José Gervasio de Artigas.
Fue así que de los treinta y tres diputados, solo veintinueve participaron de la sesión histórica del 9 de Julio.
Las crónicas borrosas y curiosas: Tres provincias que hoy forman parte de la Nación, no participaron del Congreso: Entre Ríos, Corrientes y Santa Fe, integrantes por entonces de la Liga del Litoral liderada por Artigas, quien se mantenía en franco enfrentamiento con el gobierno central de Buenos Aires.
Tres provincias que no integran en la actualidad la República Argentina, estuvieron presentes el 9 de Julio firmando sus diputados el Acta de la Independencia: Charcas,  Chichas y Mizque y una, La Plata, que estuvo representada luego de la fecha Magna. Por último, una sola provincia que por entonces formaba parte del país y que en la década siguiente lo abandonaría, no estuvo presente: la Banda Oriental.
Gracias a cartas y diarios personales, podemos hoy acentuar los contornos de aquellas crónicas borrosas que nos hablan de lo acontecido en la sesión  del 9 de Julio de 1816, y de los  juramentos y fiestas que siguieron a nivel popular en algunas ciudades argentinas.
La misma noche del martes 9 de Julio, el diputado por Buenos Aires, José Darregueira escribía a Tomás Guido contándole lo acontecido durante esa jornada en la antigua calle del Rey:
Después de una larga sesión de nueve horas continuas desde las ocho de la mañana en que nos declaramos en sesión permanente hasta terminar de todo punto el asunto de la Declaración de nuestra suspirada independencia, hemos salido del Congreso cerca de la oración con la satisfacción de haberlo concluido, y resuelto de unanimidad de votos nemine discrepante a favor de dicha independencia que se ha celebrado aquí como no es creíble, pues la barra, todo el gran patio, y la calle del Congreso han estado desde el mediodía lleno de gente, oyendo lo que podían los debates,  que sin presunción puedo asegurar a Ud. que han estado de lo mejor.
Por esos días estuvo en Tucumán el militar sueco Jean Adam Graaner quien tuvo la fortuna de ser testigo de la jura del Acta de Independencia.
El 25 de julio – escribe - fue el día fijado para la celebración de la independencia en la provincia de Tucumán. Un pueblo innumerable concurrió en estos días a las inmensas llanuras de San Miguel. Más de cinco mil milicianos de la provincia se presentaron a caballo, armados de lanza,  sable y algunos con fusiles; todos con las armas originales del país, lazos y boleadoras. La descripción de estas últimas (las boleadoras) me obligaría a se demasiado minucioso, pero tengo ejemplares en mi poder.
Las lágrimas de alegría, los transportes de entusiasmo que se advertían por todas partes, dieron a esta ceremonia un carácter de solemnidad que se intensificó por la feliz idea que tuvieron de reunir al pueblo sobre el mismo campo de batalla donde cuatro años antes las tropas del general español Tristán  fueron derrotadas por los patriotas. Allí juraron ahora, sobre la tumba misma de sus compañeros de armas, defender con su sangre, con su fortuna y con todo lo que fuera para ellos  más precioso,  la independencia de la patria. Todo se desarrolló con un orden y una disciplina que no me esperaba. Después que el gobernador de la provincia dio por terminada la ceremonia el general Belgrano tomó la palabra y arengó al pueblo con mucha vehemencia prometiéndole el establecimiento de un gran imperio en la América meridional.
En Salta, el 7 de diciembre de 1816, en un acto público en la Plaza Mayor presidida por el gobernador general Martín Miguel de Güemes, al decir del historiador Antonio Zynny, se celebró y proclamó solemnemente la jura de la independencia, habiéndolo practicado desde el gobernador hasta el último ciudadano.
En Buenos Aires, “El Censor” dio la importante noticia el jueves 25 de julio, el mismo día de la Jura en Tucumán. En primera plana, con un título tipo catástrofe en gruesos caracteres, tan común en los diarios de un siglo después, se leía INDEPENDENCIA.
El memorista Juan Manuel Beruti anota en su Diario: El 16 de julio de 1816: se echó por bando en público de haber el soberano Congreso declarado la independencia total de estas Provincias Unidas de la  España (…) por lo que se mandó, con ésta plausible noticia, hacer tres salvas de artillería y repique general de campanas una a las 7 de la mañana de este día en que llegaron los pliegues del Congreso soberano, otra a las 12 del día y la otra a las oraciones. Siguiendo 10 días consecutivos de iluminación general en la ciudad a la noche, en las cuales hubo música por todas las calles y plazas,  vivas y aclamaciones de alegría general,  aumentando el que las tropas con sus fusiles y cañones disparaban por todas las calles, con vítores y regocijos en señal de nuestra libertad e independencia de la tiranía y despotismo español
El 13 de septiembre fue el día elegido en Buenos Aires para la jura de la Independencia. Se realizaron las ceremonias, a las que concurrieron el Gobierno y las corporaciones eclesiásticas, civiles y militares, en la Plaza de la Victoria y en la de la Residencia y al día siguiente, en las de Montserrat y San Nicolás.
Cuenta Beruti que las calles estaban adornadas con diversas colgaduras de mucho gusto, los tablados muy hermosos y las tropas de caballería e infantería con sus músicas y banderas, que iban al la vanguardia y retaguardia de las corporaciones, siendo de advertir que nunca se ha visto función en esta capital de mayor esplendidez y concurso.
Se sucedieron por tres días los bailes, corridas de toros, danzas, comedias, estando la ciudad iluminada, esmerándose cada vecino en adornar los frentes de sus casas. Todos los edificios públicos se cubrieron de luces con hachas, faroles y vasos de colores. Agrega Beruti: (…) a las que  acompañaban los castillos de fuego, arcos triunfales, estatuas,  pirámides supuestas y otros adornos de singular idea.
Los barcos surtos en el puerto se mantuvieron empavesados, e iluminados a la noche, daban gusto y complacían la vista al mirarlos, pues en el río parecía un volcán que salía de luz entre las aguas  
Se sucedieron también las salvas de artillería de la fortaleza y la marina.
José Manuel Beruti concluye sus comentarios diciendo:
Sólo diré que en el reino más poderoso no se hace jura a un soberano con mayor magnificencia y lucimiento que la que ha hecho Buenos Aires en la declaración de su independencia.

                                                                                          Carlos Horacio Bruzera
                                                                                 Jueves 5 de julio, en Buenos Aires.

¡Gracias Carlos, querido confraterno...!!!

martes, 19 de junio de 2012

Víctor René Martinez en el Aula Magna de la Facultad de Derecho de la UBA



En el Aula Magna de la Facultad de Derecho de la U.B.A. durante la tarde del 12 del corriente, tuvo lugar el acto homenaje al Dr. Mariano N. Castex, como ya hemos anunciado en éste blog.

El Dr. Víctor René Martinez especialmente invitado al acto de homenaje, integró el panel académico, participando del encuentro académico dominado por el nivel científico como de afecto y amistad

Agregamos las  fotografías que documentan el panel con el Dr. Mariano N. Castex Ocampo (Académico de la Academia Nacional de Ciencias de Bs. As. y Prof. en varias cátedras de la UBA); Guillermo Jaím Etcheverri (ex Rector de la UBA y ex Decano de la Fac. de Medicina); el Dr. Eugenio Raúl Zaffaroni (MInistro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y criminólogo de trascendencia mundial); y el Drl. V´ctor Martinez, que asumió además el rol de la representación fraternal.

Fué acompañado por los Confraternos Guillermo Wiede y Oscar Larghi, con sus respectivas esposas.




brazos,

20 de Junio - Día de la Bandera


              Carlos Horacio Bruzera, distinguido Confraterno, nos ha hecho llegar esta colaboración que queremos compartir con ustedes.


  LOS CUATRO FUNERALES DEL GENERAL BELGRANO
         Y EL DÍA DE LA BANDERA
                                
El 20 de junio de 1820 debió ser un día frío, desapacible; y aunque  para la minoría, dramático, doloroso, para la mayoría  estuvo cargado de tensión y angustia.  En esa jornada, la  población solo tuvo oídos y pensamientos para el anárquico momento político que se vivía. No había tiempo para  los muertos con tantos intereses en juego.
Ese día, la provincia de  Buenos Aires no tuvo Gobierno alguno.  El gobernador propietario Idelfonso Ramos Mejía presentó su renuncia a la Junta de Representantes, la que tras aceptarla, de inmediato ordenó al Cabildo,  depositario  del bastón de mando, que enviara mensajeros al general Estanislao Soler expresando que la ciudad estaba a la espera de su llegada como gobernador, pero éste rechazó el nombramiento por falta de garantías.
El memorista  Juan Manuel Beruti, anota en su diario: El 20 de junio de 1820. Se hizo saber por bando, haber el señor gobernador don Idelfonso Ramos Mejía abdicado al mando, e ínterin estaba el gobierno en el excelentísimo Cabildo.
Lo que no dice por ignorarlo, es que a las 7 de la mañana había muerto el general Manuel Belgrano, en la casona paterna de la calle Santo Domingo, actual avenida Belgrano 430.
Siendo verdad que por entonces no había diarios y apenas existían cuatro periódicos en Buenos Aires, la otra verdad es que cinco días más tarde, solo uno de ellos, el semanario “El Despertador Teofilantrópico” del padre Francisco de Paula Castañeda, anunció   la triste perdida. De todas maneras la luctuosa noticia de “El Despertador”, no despertó la memoria, ni la gratitud, ni la pena de nadie.

Los cuatro funerales de Belgrano tuvieron más allá de lo curioso de su número,  detalles tristes, aciagos, si me permiten los vocablos, que marcaron los acontecimientos luctuosos.
El historiador Arturo  Ricardo Yungano, escribe (…) El patólogo doctor Juan Sullivan a pedido del  médico del prócer, doctor José Redhead, efectuó la autopsia. Realizada ésta y haciendo referencia al corazón del difunto (…) Sullivan sintió un deseo vehemente de separarlo y guardarlo, pero otro obductor se opuso.
Belgrano con su corazón, vestido con el hábito de la Tercera Orden de Santo Domingo, fue enterrado ese mismo día, en un sepulcro preparado al pie de la pilastra derecha del arco central del frontispicio de la basílica de Nuestra Señora del Rosario, anexa al convento de Santo Domingo.
En una caja de pino cubierta por un paño negro y cal, debajo de una losa de mármol cortada de una cómoda del hermano del general, Miguel, el Prócer intentó descansar en paz.
Ocho días más tarde, casi en secreto  a raíz de las convulsiones políticas y bélicas, se efectuó el segundo funeral.
Siempre tiñendo estos momentos solemnes con un manto de angustia, ese día se libraba  en cercanías de la actual ciudad de Ramallo, donde a fines de 1810  el general Belgrano había reclutado hombres para su Ejército Expedicionario al Paraguay, la Batalla de Cañada de la Cruz, en la cual las fuerzas de Buenos Aires al mando el general Estanislao Soler, ya investido como gobernador, eran derrotadas por fuerzas santafesinas conducidas por su tocayo, el general Estanislao López.
En oportunidad de este segundo funeral, rindió el homenaje el jurisconsulto Manuel Antonio de Castro, quien en un pasaje de su ofrenda expresó: (…) Jamás disimuló faltas ni delitos por la clase de personas y solo el benemérito y el honrado era acreedor a sus consideraciones.

Un año más tarde, Buenos Aires se percató del doloroso olvido en que había incurrido, por lo que dispuso efectuar el tercer funeral del general Manuel Belgrano,
Se fijó  el domingo 29 de julio que según el espíritu del planeado homenaje,  retrotraería las exequias en el sentimiento público.
A un año y treinta y nueve días, el cañón de la Fortaleza anunció cada cuarto de hora que la ciudad estaba de duelo.
Veamos lo que anotaba Juan Manuel Beruti: El cadáver o tumba (figurada) salió de su casa, cargado solo por los brigadieres y coroneles, acompañado de todos los cuerpos civiles y eclesiástico, comunidades religiosas y las cruces de todas las parroquias a las que presidía la del Cabildo eclesiástico, cuyo dean hacia de preste, descansando en cada bocacalle en donde se hacía una posa; concurrieron todas las tropas formando calle cuyos soldados, oficiales, banderas, tambores e instrumentos músicos llevaban lazos y bandas negras,  e igualmente las armas a la funerala.
(…) Este entierro salió de su casa, junto a Santo Domingo y tardó en llegar a la Catedral desde las 9 del día hasta las 2 en que entró a la iglesia; a cuya hora se principiaron las vigilias de honras, primorosamente cantadas por música hasta las dos de la tarde que salió la misa, la que concluida con los demás responsos de estilo y ceremonia, fue la oración fúnebre que predicó el canónigo Valentín Gómez.
A las cinco de la tarde, la “sociedad lúcida” se reunió en casa de Manuel de Sarratea situada frente mismo a  Santo Domingo y en diagonal a la casa del Prócer, calle de por medio y allí, entre libaciones y palabras, ocurrió la curiosidad del tercer funeral del general Belgrano.
El hacendado español José Ramón Milá de la Roca, hermano del secretario privado del Prócer, José Vicente, dio principio a su alabanza fúnebre, pero don José Ramón, a las primeras palabras palideció y de pronto, ante el estupor de los presentes, cayó fulminado por un desmayo que duró más de una hora. Al recobrarse,  entalló en llanto, lo que al decir del historiador Rafael Alberto Arrieta: Aquel número inesperado acentuó el carácter patético de la conmemoración.

El cuarto funeral del vencedor de Tucumán y Salta principió en 1895 cuando  Gabriel L. Souto, estudiante de la Sección Sur del Colegio Nacional de Buenos Aires, lanzó una idea: hacer un mausoleo a Belgrano que “fuera el más hermoso que tuviese la ciudad”.
Se pensó que tal obra no podía ser realizada de otra manera que no fuera a través de una colecta nacional. El Congreso Nacional  por intermedio de una Ley aportó ese año 1896, la suma de cincuenta mil pesos, medida que fue seguida por las legislaturas provinciales.
Obra del arquitecto italiano Héctor Ximenez, la obra fue inaugurada el 20 de junio de 1903, día en que se trasladan a él los restos mortales del Prócer.
Ese cuarto y definitivo funeral de  Belgrano también tuvo su doliente curiosidad.
El 4 de septiembre de 1902, una comisión designada por el Poder Ejecutivo, ejercía la presidencia el general Julio A, Roca,  procedió a la exhumación de los restos.
Abierto el sepulcro, ubicado como sabemos en el atrio de la basílica, los huesos fueron colocados en una bandeja de plata en presencia del escribano mayor de Gobierno Enrique Garrido.
Se encontraron juntos a las piezas óseas, algunos dientes, dos de los cuales fueron retirados, uno,  por el ministro Joaquín V, González y el otro, por el ministro de guerra coronel Pablo Ricchieri.
Semejante insólito proceder hizo que todos los diarios de Buenos Aires estallaran de indignación. Como consecuencia, las reliquias fueron devueltas al  prior de Santo Domingo, quien informó de su devolución y acompañó en una misiva  al diario “La Prensa”, las justificaciones  de los hombres públicos. El doctor González señaló que llevó el diente a fin de mostrarlo a sus amigos, y el coronel Ricchieri, para presentarlo al general Bartolomé Mitre.
El 20 de junio de 1903, los restos fueron trasladados al mausoleo situado frente al atrio de la basílica de Nuestra Señora del Rosario, cumpliéndose así el cuarto y definitivo funeral  del general Belgrano.

Años más tarde, el 1º de mayo de 1936, ante los agravios cometidos ese día contra los símbolos nacionales por  turbas extremistas, un grupo de ciudadanos entre los que se encontraban el doctor Luís Agote, el capitán de fragata Eduardo Videla Dorna, Raúl y Alfredo J. Etcheverry, tuvo la idea de donar en desagravio a la Municipalidad, un cofre contendiendo la Enseña Nacional, realizada en gros de seda de quince metros de largo y con un sol bordado con hilos dorados que pesaba ocho kilogramos.
Tal donación tenía como destino el de ser honrada en las  fechas magnas; lo que se efectuó por vez primera ese 20 de junio.
A partir de esa fecha, en las dos próximas recordaciones de la muerte del general Manuel Belgrano, presidida por la bandera donada y ante el mausoleo del Prócer, desfilaron rindiendo honores estudiantes  secundarios y universitarios.
La Enseña Patria fue entregada por la Municipalidad de Buenos Aires en 1960 para su custodia, al Museo Histórico Nacional donde permaneció hasta  1971, en que ante  el pedido del Museo de la Bandera de la ciudad de Rosario, le fue cedida y en el que se haya actualmente depositada.
Dos años más tarde de las injurias que sufriera el Paño Sagrado, una Comisión  de personalidades políticas, militares y religiosas, elaboró un proyecto de ley  creando el “Día de la Bandera”, el que de inmediato fue puesto a consideración del Congreso Nacional. El proyecto fue tratado por primera vez  el 7 de junio  de 1938. Sancionada la Ley Nº 12.361 que establecía el homenaje, el presidente Roberto M. Ortiz rubricó el Decreto  de promulgación.
Impulsado por actos despreciables, la creación del Día de la Bandera es de sublimes implicancias, acrecentando el origen animoso el valor de la reparación ciudadana.

El 24 de septiembre de 1873, al inaugurarse en la Plaza de Mayo la estatua ecuestre del general Belgrano, coincidiendo con el sextuagésimo aniversario de la Batalla de Tucumán, el presidente de la Nación Domingo Faustino Sarmiento dijo:
Todos los capitanes pueden ser representados, como en esta estatua, tremolando la enseña que arrastra las huestes a la victoria. En el caso presente,  el artista ha conmemorado un hecho único en la historia, y es la invención de la bandera con que esta nueva nación surgió de la nada colonial, conduciéndola el mismo inventor.
En el mismo acto, Bartolomé Mitre enaltece el homenaje al decir:
Vencedor de Tucumán, Salta y las Piedras, vencido en Vilcapugio y Ayohuma; que vivirás en la memoria y el corazón de los hombres, mientras la bandera argentina no sea una nube que se lleva el viento.
Recuerdo ahora lo que me contaron había dicho cierta vez un inmigrante español de principios del siglo XX, Donato Álvarez Rosón, contemplando la Enseña Patria:
- ¡Qué linda es nuestra Bandera!.


                                                                                 Carlos Horacio Bruzera
                                                                 Lunes 18 de junio de 2012, en Buenos Aires.

domingo, 17 de junio de 2012

Día del Padre

Confraternos y amigos:

¡FELIZ DÍA DEL PADRE...!!!

domingo, 3 de junio de 2012

Efemérides - 3 de junio - Nacimiento del General Belgrano


Día 3
1770 -  Nace en Buenos Aires Manuel Belgrano, creador de la Bandera Nacional y triunfador en las batallas de Tucumán y Salta. Murió en Buenos Aires el 20 de junio de 1820.

1873 - Muere el poderoso cacique chileno de raza araucana Juan Calfucurá o "Piedra Azul". Encabezó los malones en la provincia de Buenos Aires desde mediados del siglo XIX hasta 1872. En sus funerales se sacrificaron sus mejores caballos, sus esposas indias y cautivas cristianas.

1944 - Día del Aprendiz Se conmemora por la institucionalización de la Formación Profesional a nivel estatal el 3 de junio de 1944, cuando se creó la Comisión Nacional de Aprendizaje y Orientación Profesional (CNAOP), dependiente del Ministerio de Trabajo. Más tarde, el 15 de noviembre de 1959, ante la necesidad de unificar la conducción y supervisión de la enseñanza técnica y profesional, se creó el Consejo Nacional de Educación Técnica (CONET).

1995 - La fecha fue elegida en homenaje al día de nacimiento del General Manuel Belgrano, hijo de genoveses.

sábado, 2 de junio de 2012

Efemérides 2 de junio


Día 2 de Junio

1794 - Real Consulado, Se instala el Real Consulado de Buenos Aires, del que es secretario Manuel Belgrano.

1817 - Se establece por decreto el Colegio de la Unión del Sud, origen del actual Colegio Nacional de Buenos Aires

1972 - Se crea la Universidad Provincial de La Rioja.

2001 -  Día del Bombero Voluntario Argentino

viernes, 1 de junio de 2012

Cumpleaños de Máximo Ronconi, Corrientes.

Hoy hemos recibido del confraterno Pedro López éste mensaje relacionado con el cumpleaños de Máximo Ronconi, en Corrientes (Capital)











"Hubo música, dedicatorias a los cumpleañeros: los anfitriones Máximo y Zulema Ronconi, dos seres que disfrutan organizando reuniones de amigos, abiertos, joviales, espontáneos y siempre dispuestos con la mejor sonrisa.!!!Hubo chécales que como siempre resonaron en el verde y frondoso espacio que resuena el original quincho de mesa redonda! Excelente la "pamplona" con la que Máximo sorprendió a los comensales...Un día de fiesta para los fraternales que nos sumamos complacidos."

Efemérides 1° de Junio


JUNIO: Deriva del latín "iunius" porque los romanos dedicaron este mes a su diosa Juno, protectora de la mujer. Este mes tiene 30 días.

Día 1

Macedonio Fernández

1874 - Nace en Buenos Aires el abogado, escritor y poetarnández.  Macedonio Fernández Colaboró en la revista "Martín Fierro" y en "Papeles de Buenos Aires". Se despreocupó de su obra, en gran parte compilada por su hijo, Adolfo de Obieta. Falleció en Buenos Aires el 10 de febrero de 1952.
Luís L Franco

1988 - Muere en Buenos Aires el notable poeta y prosista catamarqueño Luis L. Franco, autor de obras como "Suma", "Hudson a caballo", "El general Paz y los dos caudillajes", "Biografías animales" y "El arca de Noé en el Plata". Se le otorgó el Gran Premio de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores. Nació en Belén (provincia de Catamarca) el 15 de noviembre de 1898.

jueves, 24 de mayo de 2012

Aniversario de la Revolución de Mayo


ANTECEDENTES DE LA REVOLUCIÓN DE MAYO
Casi simultáneamente en varios países latinoamericanos se produjeron movimientos emancipadores del dominio español. Las causas que llevaron a este desenlace fueron, entre otras:
  • La Independencia de los Estados Unidos de América ocurrida el 4 de julio de 1776. 
  • La Revolución Francesa en 1789 y las nuevas ideas, así como la "Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano". 
  • Las ideas de igualdad entre criollos y peninsulares sostenidas por Fray Bartolomé de las Casas, Francisco de Vitoria, Francisco Suárez y Juan de Solórzano, entre otros. 
  • Las ideas de avanzada de patriotas hispanoamericanos como Francisco Miranda y Antonio Nariño.
  • La caída de Fernando VII y la invasión napoleónica en España. 
  • La pobre administración española en las colonias y el sistema de monopolio comercial. 
  • Las Invasiones Inglesas con las que se demostró la ineficacia del sistema político hispano, así como la toma de conciencia del pueblo de su propio poder; la formación de fuerzas criollas, y el apoyo posterior de Inglaterra a las ideas de emancipación. 
  • Las colonias que se consideraban propiedad del rey, producida la caída de éste, cortaban los vínculos con España. 
  • Agitaciones políticas y reuniones secretas que habían comenzado más de un año antes.

 
18 AL 25: SEMANA DE MAYO
AÑO 1810
Un grupo de Patriotas con ideas revolucionarias se venían reuniendo en la Jabonería, negocio de Hipólito Vieytes, en la casa de Rodríguez Peña y en la quinta de Mariano de Orma, gestando las ideas revolucionarias que culminarían saliendo a la luz el 25 de Mayo. Entre ellos estaban Belgrano, Saavedra, Rodríguez Peña, Alberti y Paso.
El día 13 de mayo llegó al puerto de Montevideo una fragata inglesa que, entre otras cosas, traía periódicos en los que se informaba que Andalucía (en el Sur de España) había caído en poder de los franceses y se había disuelto la Junta, que gobernaba en nombre del Rey. Otra embarcación trajo las noticias a Buenos Aires.
  • 18 de mayo: El virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros, por medio de una proclama, comunicó esos hechos al pueblo y aconsejó que estuviese tranquilo y guardara fidelidad a España.
  • 19 de mayo: Los criollos piden a las autoridades que se les permita realizar un Cabildo Abierto para tratar la situación, con ausencia de Cisneros ya que habiendo sido disuelta la Junta que lo había designado como virrey consideraban que había cesado su mandato.
  • 20 de mayo: Cisneros reunió en la Fortaleza a los jefes militares para pedir su apoyo. Los patriotas se presentaron ante el Virrey para exigirle la reunión de un Cabildo Abierto. Cisneros aceptó.
  • 21 de mayo: Algunos vecinos se reunieron en la Plaza Mayor para apoyar la solicitud del Cabildo Abierto. Se invita a través de esquelas a los principales vecinos para el día siguiente. No todos podían concurrir al Cabildo Abierto.
    Además de los comerciantes, militares e hijos de familias destacadas, los únicos autorizados eran los vecinos casados y residentes en Buenos Aires. En total no eran más de 250 personas.
  • 22 de mayo: A las 9 de la mañana comenzó la sesión. Habían sido invitados los vecinos más destacados. Se inició el debate, expusieron el escribano del Cabildo, el Obispo de Buenos Aires, varios españoles y criollos y por fin se decidió votar una propuesta concreta. Entre todas se apoyó la propuesta de Cornelio Saavedra: la cesación del Virrey y la delegación interina del mando en el Cabildo hasta la formación de una Junta que lo ejerciera sobre la base de la participación popular. Apoyaron esta opinión Castelli, Belgrano, Paso, Moreno y Rivadavia, pero se postergó el escrutinio hasta el día siguiente.

Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810, óleo de P. Subercaseaux
  • 23 de mayo: El recuento de los votos fue de 155 votos por la destitución del Virrey y 69 por su continuación en el mando. Una maniobra de los regidores del Cabildo, sin consultar al pueblo, forma una Junta Provisional presidida por el propio Virrey.
  • 24 de Mayo:  Jura una Junta de Gobierno presidida por el virrey e  integrada por españoles y por dos criollos: Castelli y Saavedra. Es un día de indignación para el pueblo. Renuncian los miembros de la Junta y el virrey. El poder vuelve al Cabildo. Los patriotas decidieron presentar una lista con los nombres de las personas que debían integrar la nueva Junta de Gobierno y enviar a la brevedad una expedición militar al interior para comunicar las novedades.
    La destitución del Virrey se hizo pública a través de un bando por las calles de Buenos Aires.
  • 25 de Mayo: Desde hora temprana los criollos se concentran en la Plaza Mayor y al ir pasando las horas sin ninguna noticia, gritan: "el pueblo quiere saber de que se trata". Mientras tanto, dentro del edificio, los cabildantes se reunieron y no aceptaron la renuncia de los miembros de la Junta. Entonces se decide convocar a las fuerzas armadas, pero éstas le niegan su apoyo al virrey. Se le pide la renuncia a Cisneros, pero éste no accede.
    Los criollos hacen una presentación para comunicar que, habiendo renunciado todos los integrantes de la Junta, el pueblo asumía la autoridad que hasta entonces tenía depositada en el Cabildo (Acta del 25 de mayo).
Seguidamente se dieron a conocer  los nombres de quienes integrarían la Nueva Junta, que no era otra cosa que el Primer Gobierno Patrio de los argentinos y la decisión de enviar en el término de 15 días una expedición al interior (Acta del 25 de mayo). A las tres de la tarde, los miembros del Primer Gobierno Patrio juraron desempeñar lealmente su cargo y conservar esta parte de América para el Rey Español Fernando VII, aunque el verdadero propósito de los patriotas era independizarse de España.

LA PRIMERA JUNTA DE GOBIERNO PATRIO
PRESIDENTE: CORNELIO SAAVEDRA
SECRETARIOS: MARIANO MORENO Y JUAN JOSÉ PASO

Cornelio Saavedra

Presidente
Militar

Mariano Moreno
Secretario
Doctor en derecho y Teología

Juan José Paso
Seceretario
Abogado

VOCALES: MIGUEL DE AZCUENAGA – JUAN LARREA – MANUEL BELGRANO – MANUEL ALBERTI -
JUAN JOSÉ CASTELLI – DOMINGO MATHEU

Miguel de Azcuenaga
Vocal
Militar

Juan Larrea
Vocal
Comerciante

Manuel Belgrano
Vocal
Abogado

Manuel Alberti
Vocal
Sacerdote

Juan José Castelli
Vocal
Orador

Domingo Matheu
Vocal
Comerciante
CURIOSIDADES: El integrante más joven de la Junta de Gobierno era Juan
Larrea, con sólo 27 años. El mayor Miguel de Azcuénaga que contaba con 55 años.
Tres de los miembros no habían nacido dentro de los actuales límites de la República Argentina: el Presidente Cornelio Saavedra nació en la Villa Imperial de Potosí, hoy Bolivia y los vocales Domingo Matheu y Juan Larrea eran españoles, de Cataluña.
El vocal Manuel Belgrano era abogado pero había ingresado en 1807 al Regimiento de Patricios como Sargento Mayor.

Un dato creíble es la imagen de los vecinos que el 25 de mayo de 1810 se protegían de las inclemencias del tiempo frente a las puertas del Cabildo. Se sabe que era un día frío y lluvioso y que en Buenos Aires existían los paraguas de hule desde hacía algunos años. Según un inventario de una tienda local, en el año 1795 habían allí 27.


(De El Portal Educativo)

Homenaje al Ingeniero GUSTAVO TORRESÁN (f), hijo del Fraternal Jorge Torresán

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