20 de Junio - Día de la Bandera Argentina

lunes, 6 de octubre de 2008

Efemérides 6 de octubre

Día del Teatro Rioplatense




1734 Es consagrado en Buenos Aires el Templo de San Ignacio, obra del arquitecto jesuita Juan Kraus.


1901 Nace en Gualeguay (provincia de Entre Ríos) el notable poeta y ensayista Carlos Mastronardi, autor, entre otras obras, de "Tierra amanecida", "Luz de provincia" y "Conocimiento de la noche". Falleció en Buenos Aires el 5 de junio de 1976.


Fué interno de "LA FRATERNIDAD" y alumno del Histórico Colegio del Uruguay "Justo José de Urquiza", en Concepción del Uruguay.

Los ex Internos Fraternales del "Centro Maxit" le rendimos homenaje a este distinguido "FRATERNAL", cuando se conmemora el 107° aniversario de su nacimiento.

Se dedicó muy joven al dibujo y a la pintura y comenzó a escribir artículos humorísticos en periódicos entrerrianos. Ya en Buenos Aires, a los 19 años se dedicó de lleno al periodismo, a la crítica y traducción literarias, el ensayo y la poesía. Integró el grupo de poetas que colaboró en la revista Martín Fierro, aunque con actitud totalmente alejada de vanguardismos. Un vigilado trabajo de perfección lo impulsó a ahondar en estéticas que le eran afines, como la de Valéry. Durante muchos años trabajó en la elaboración de su poema Luz de provincia, cuya versión definitiva es de 1956. En sus últimos años se recluyó en la habitación de un hotel de tercera categoría, en extrema pobreza, y se convirtió en un noctámbulo solitario.
Autor mítico y a la vez clandestino, de obra breve y morosa (tal vez producto de “la parsimonia y la pereza”, como decía él), Mastronardi fue una voz singular entre los vanguardistas de los 20, que enseñó nada menos que a escribir después del modernismo. Traductor obsesivo, despreciaba la “facilidad obscena” de cierta lírica “sin plan ni sacrificio”.

Borges y Mastronardi

Los mandatos ocultos

[Publicado post-mortem en La Nación del 24 de octubre de 1976]

Trabajo para un hombre insospechadooculto en algún siglo venidero.Sin saber quién lo manda, está llamadoa ser mi realidad y mi heredero.Mi paso y el de todos los mortalesoigo en una desierta edad futura.Causando estoy las dichas y los malesque aguardan a una incógnita criatura.Heredará mi sombra y será suyoel dulce afán que mueve aquí mi mano,mas habrá de ignorarlo. Quizá influyosobre un sirviente, un juez o un asesinocuyo puñal esgrimo yo, el arcano.Esa oscura maraña es el destino.


Luz de provincia

[Fragmentos: las ocho estrofas iniciales y las ocho finales de las 57 alejandrinas, evocando a su Entre Ríos, según la versión publicada en Conocimiento de la noche, 1937]

Un fresco abrazo de agua la nombra para siempre;
sus costas están solas y engendran el verano.
Quien mira es influido por un destino suave
cuando el aire anda en flores y el cielo es delicado.

La conozco agraciada, tendida en sueño lúcido.
Da gusto ir contemplando sus abiertas distancias,
sus ofrecidas lomas que alegran este verso,
su ocaso, imperio triste, sus remolonas aguas.

Y las gentes de ahora, que trabajan su dicha,
los vistosos linares prometiendo un buen año,
las mañanas de hielo. Los vivos resplandores,
y el campo en su abandono feliz, hondura y pájaro.

Las voces tiene leguas. Apartadas estancias
miden las grandes tierras y los últimos cielos,
y rumores de hacienda confirman lo apacible,
y un aire encariñado, de lejos, vuelve al trébol.

Gracia ordenada en lomas y en parecidos riachos.
En su anchura, porfían los hombres con la suerte,
y esperan suave fronda y unas tardes eternas
y los dones que piden a los cielos rebeldes.

Preparando cada uno los colores del campo,
capaz el brazo, justa la boca, el pecho en orden.
Para el ganado buenos pastajes y agua libre,
creciendo en paz la bestia, la tierra dando al hombre.

Lindo es mirar las islas. Una callada gente
en cuyos ojos nunca se enturbia el claro día,
atardece en sus costas o cruza con haciendas,
dichosa en la costumbre y en la amargura, digna.

La vida, campo afuera, se contempla en jazmines,
o va en alegres carros cuando perfuma el trigo
cortado, cuando vuelve la brisa a trenzas jóvenes
y el ocio, en la guitarra, menciona algún cariño.

[...]

Conozco unos lugares que enternecen mi andanza
y donde la provincia ya es encanto sin tiempo.
Frondas, callados pueblos, suaves noches camperas.
Soledad, hermosura: frecuencias de mi pecho.

Vuelvo a cruzar las islas donde el verano canta,
y un aire enamorado de esa extensa delicia
en cuya luz diversa y en cuya paz se anuncia
la querida, la tierna, la querida provincia.

Larga dulzura creada para entender la dicha,
durable rosa, quieto fervor, gajo de patria.
¡Qué mansa la presencia de la brisa en sus tierras!
¡Qué sonora en mi pecho la efusión de sus aguas!

Dulzura, sí, llaneza cordial, grato sosiego,
amplitud primorosa y honor de la mirada.
En su anchura, el olvido reconoce a los suyos,
y en su tierno abandono mi persona se aclara.

¡Qué vistosas se ponen sus leguas cuando el aire
perfuma, y la tarde alza como dormidos velos!
Yo pondero esos campos, los nombra el afectuoso.
Mi corazón es dádiva de su amable silencio.

Siento una luz absorta y unos muertos rumores;
reconozco este ocaso perdido en los trigales,
y fuera de los años miro su gracia inmóvil,
su delicado fuego sobre los campos graves.

Luz absorta que viene del pasado, y me acerca
unos rostros, un pueblo y esa fecha rezada
en que anduve más solo por los patios silvestres...
(Un Septiembre elogiado con glicinas, estaba).

Este ocaso confunde mis tiempos. Vuelve un canto
siempre dulce. La dicha se parece a esta ausencia.
Quedo en la brisa, tierno de campo, libre, oscuro.
Una vez yo pasaba silbando entre arboledas.


Sabor de Buenos Aires

[Tango, 1966]
Letra: Carlos Mastronardi
Música: Miguel Caló

Anduve solo y perdidoen la neblina del barrio.Cuando en cada café y en cada esquinase me ganaba al corazón un tango.

Buscando sabor de Buenos Airespasé por unas calles que hoy cambiarony en los mismos cafés vi hombres solitariosque de su juventud vinieron con sombreros,y así nomás quedaronleyendo un viejo diario.Sentí todo el sabor de Buenos Airesllegando del pasadocaminando por las calles de recuerdos palpitantesy en un umbral, sentado, igual que antesoyendo un viejo tango,vi un hombre silencioso;callado, parecía misteriosocantando, era el patrón de Buenos Aires.

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Homenaje al Ingeniero GUSTAVO TORRESÁN (f), hijo del Fraternal Jorge Torresán

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