martes, 22 de abril de 2008

Don Florencio López VII


Discurso de Jorge Martí el 22 de abril de 2005:

“Cada vez que da vueltas a nuestro alrededor la bandada de los recuerdos de nuestra adolescencia fraternal, acude a nuestros corazones impulsado por la gratitud impulsado por el nombre inolvidable de Florencio López.
Y cuando llegamos como hoy en actitud de respetuoso recogimiento junto a la tumba que guarda sus restos y los de Esther Corbella, su queridísima y entrañable compañera, sentimos la presencia tangible de quienes nos dieron tanto y tan generosamente como el bíblico dador alegre que da y se da con alegría, sin otra esperanza ni recompensa que esa infinita bondad que se desprende del alma.
Si entrecerramos los ojos y regresamos a los días del maravilloso tiempo fraternal, sentiremos esa mágica presencia del querido “Negro” López, Don Florencio para quienes recién llegábamos y lo mirábamos con los ojos conturbados del “pichicato”.
Pero su presencia cotidiana, la calidad de cada una de sus acciones, como enfermero, entrenador de básquet o de fútbol, maestro de bailes y danzas nativas, hacían que lo viéramos como al hermano mayor y también como el padre ausente en la dilatada geografía del país. En su casa de la calle Mitre, su Ñanderogamí de amor , recibimos siempre su buen consejo y la cariñosa compañía de Esther , compartiendo su mesa cordial y la inextinguible ternura de quienes sentían en cada uno de nosotros al hijo que la vida les había dado .
En 1977. Cuando los 75 años de la Frater.la Asamblea de ex Internos que tuve el honor de presidir le otorgó el título de “Fraternal Honorario” .Era la manera de concretar el homenaje que le debíamos , pero todos sabíamos que no lo necesitaba porque ya era desde siempre y para siempre el auténtico Fraternal que llego a sumar setenta años de estrecha vinculación con la “Casa de los Recuerdos” .
Y como estoy mirando con todos ustedes hacia el venturoso tiempo que se nos ah puesto lejano, voy a leer . Por medio especial de Nallib Chemez, el poema que hace mas de medio siglo le dedique a mi libro “Antigua Luz “, con lo cual doy también por cumplido el encargo de estas palabras que me encomendara los confraternos del Centro que lleva el nombre inolvidable del maestro Ernesto Maxit.
(En la foto, Jorge Martí y el interno J. Bel, en el monolito fraternal de Plaza Ramirez, el 14 de mayo de 2007)
Este es el poema “Mocedad”:

MOCEDAD
Voy dibujando en nuestro viejos mármoles
Aquellos rostros de la adolescencia.
Los nombres de otras tardes
Y la alegría de una voz inédita
-con forma de ola y expresión de pájaro-
Perdidos en la ausencia
De aquella clara y dulce geografía
De la amistad en flor y la pureza.
Siento que el tiempo me alejó la dicha
De tantos buenos compañeros que eran
Una luz de jilgueros en el rubio
País de la inocencia.
Apenas puedo descifrar memorias
Que se me desvanecen en anécdotas
Y recordar las horas del gimnasio
Con su jacarandá de primavera
O las largas vigilias
De aquella cariñosa biblioteca
En cuyos libros marginé esperanzas
Y hasta atreví la gracia de un poema.
Voy desandando un limpio territorio
De calles conocidas y en la niebla,
Buscando el eco de mis pasos niños
Por unas galerías sin espera,
Sabedoras de afables travesuras
Que no conocen cuenta.
Solo tu nombre me devuelve el tiempo,
Florencio López de la mano abierta
Y el entusiasmo azul de algunos sueños
De fraternal frecuencia.
¿Qué cómo fue? ¿Por donde hallé la hondura
De tu fraternidad y de tu siembra?
¡Ocurrió un día de hace tantos años!
Para evocarlo la emoción me acerca
Su paisaje afectivo de recuerdos
Abandonados ya no sé en qué puertas.
Yo era un rostro de asombros
En el descubrimiento de otras tierras
Maravillosamente acariciadas
Por misteriosas formas de sorpresa.
Tenía la costumbre
De ir en las noches a mirar estrellas
Por los lados del puerto,
Donde el río contaba sus leyendas,
Pues ya la luna se me desleía
En la pluma aromada de promesas.
De allá, sobre el perfil de esas andanzas
Me llega tu presencia,
Tu faz morena dándose en sonrisas
Y tu amistad en toda permanencia.
Eras como el mayor de los hermanos,
el fraternal maduro de experiencia
y de bondad, que así nos iniciabas
en el secreto de las cosas nuevas.
Con tu guitarra de las serenatas
Mi mocedad fue de las lunas llenas
Y el sabor guaraní de tus palabras
Puso en mi adolescencia
El aire provinciano de las polcas y la dulzura de las guainas frescas.
La nostalgia me acuña sus monedas
En metal de recuerdos que se pueblan
De voces que yo supe, de otros días
Con golondrinas y la azul tarea
De una campana amapolada y simple
Que aún por los ayeres nos congrega.
El tiempo puro de los quince años
Viene en tu nombre: recorrer veredas
Donde había muchachas de mi sangre
Que se asomaban a la primavera;
Compartir la ilusión de algún secreto
Con el amigo de la cara buena
O salir rumbo de la Salamanca
Con el mate aprontado y la caldera
Donde grabó iniciales
Aquel muchacho que no tuvo fechas;
O bien, y eso es más tuyo,
Embanderar de chécales la gesta
De Estudiantil, que tiene tu memoria
Y la sangre entusiasta te navega.
La dicha fraternal viene en tu nombre,
Florencio López de la mano abierta…


Fragmento del Capítulo II – Nuevos días viejos tiempos – “El Palacio de Septiembre” de Guillermo Wiede, Editorial de Entre Ríos – 1998.

“Empecinadamente, el Negro Florencio López había querido hacer de mí un jugador de básket ball. Por entonces había dos categorías de “Infantes”: A y B. Yo formaba parte, como suplente, del equipo B. Pocas veces jugaba ya que mis méritos, unidos a mi escasa altura, no aconsejaban mi participación en partidos equilibrados o difíciles para Estudiantil Fraternal.
Cierta tarde primaveral jugaba la Infante B contra no recuerdo qué equipo de la ciudad. Ganábamos por muerte y todos alentábamos entusiastamente a los nuestros. De pronto, el Negro decide que voy a jugar. Estaba presente todo el Internado, los compañeros del colegio y, sobre todo, ¡,uchas de mis nuevas amigas! ¡Mi hora de gloria había llegado!
Mi intervención duró tres minutos, quizás los últimos de un partido asegurado. Pero mi desempeño fue tan malo que estuvimos a un tris de perder, yo corría con gran entusiasmo, pero mis pases eran fallidos, caminaba con la pelota y hasta erré un tiro cuando me hicieron un foul. Veníamos ganando por 14 ó 16, y terminamos en un triunfo ajustado ¡por 6!.
-¡Perdoname, Negrito- le dije a nuestro entrañable D.T., jugué como el culo…
Y el Negro, cazurro como siempre, me puso la mano en el hombro: -No te preocupes- me dijo. –Para vos vamos a formar la Infante Zeta…"
Fue así como el baloncesto internacional me perdió para siempre. Pero…¡alguien debía dar un paso al costado y abrir camino a los Globetrotters!

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