INOLVIDABLE
Para los confraternos del "Centro Maxit"
- Le debía el homenaje
- de mis versos al maestro
- que llenó de luz el alma
- de los muchachos fraternos,
- con su vida transparente
- sin máscaras ni secretos
- y nos enseñó a ser libres
- en las aulas del Colegio
- que Justo José de Urquiza
- eligió como heredero.
- Hace rato que partió
- hacia el tiempo del silencio
- y me acerco a su memoria
- con el temblor del respeto
- y la gratitud en flor
- que anda corazón adentro.
- Ernesto Alejo Maxit
- y está como de regreso
- pintado por estas manos
- con el pincel del recuerdo.
- Miradlo entre sus alumnos,
- del ágora al ateneo,
- rodeado de juventud
- como un filósofo griego,
- con su moñito románticod
- de mariposa en el viento
- y en la solapa el clavel
- de lírico caballero.
- Sembraba desde su cátedra
- consagrada al pensamiento
- y como un rollo de luz
- entreabría los sucesos
- de la historia universal
- para mostrar desde adentro
- el meollo palpitante
- de cada acontecimiento.
- predicador idealista
- con alma de misionero,
- se enfrentó a los desafíos
- montado en su clavileño,
- dispuesto a arriesgar la vida
- por la patria y por el pueblo.
- Con sutil sabiduría
- Nos señalaba el sendero
- Para seguir a Descartes
- y no al Napoleón guerrero
- a Sócrates y a Jesús
- y no a los aventureros.
- Era un joven profesor
- que tuvo rango de emérito
- cuando el poder sin razón
- lo cesanteó por decreto
- y con razón volvería
- como rector del Colegio
- apenas la democracia
- recuperara el aliento.
- Con molde sanmartiniano
- y la marca de Sarmiento
- mnos legó a los fraternales
- su decálogo de sueños,
- en armonioso equilibrio
- del deber y el sentimiento.
- Era uno mas del conjunto,
- el dilecto compañero
- que presidía La Frater
- y parecía un interno,
- con el diálogo fecundo
- entre mates y consejos.
- Si la nostalgia apretaba
- a los fraternales nuevos,
- acercaba su ternura
- como un bálsamo del cielo
- para restañar la ausencia
- del arrumaco materno.
- Adicto a la buena música,
- entre clásico y tanguero,
- juntaba a Troilo y Beethoven
- y alhajaba el cancionero
- con las alas del folclore
- en las galas de Florencio.
- Nos dejó en su “Veriluna”
- el testamento poético
- con la frágil melodía
- que regresa en estos versos,
- para cantarle en un chócale
- la alegría del reencuentro...
- Jorge Enrique Martí